Garrosh salió del portal del tiempo, con Kairoz a su lado.
—¿Qué te parece? —preguntó el dragón bronce, quien parecía extremadamente satisfecho consigo mismo, y tal vez debiera estarlo.
Garrosh no contestó de inmediato. Se limitó a permanecer de pie, mientras sentía la suave caricia del viento en su piel y contemplaba las verdes y onduladas colinas de Nagrand. Pero…
Al pisar con firmeza esa hierba que se mecía bajo el viento, se percató de que ahí debajo había una tierra sana y fuerte.
—Este no es mi hogar —murmuró, mientras observaba el sol con los ojos entornados—. Este no es mi cielo.
—Sí y no —replicó Kairoz—. Estás en casa, Garrosh Hellscream. Pero no… este no es el cielo bajo el cual creciste.
Una manada de uñagrietas pasó a no mucha distancia de un modo atronador; esas bestias eran robustas y lustrosas. Este era el lugar donde había nacido su pueblo. Estaba viendo la misma tierra y el mismo cielo que había visto su padre. Este era el regalo que le había dado el dragón bronce; un mundo que ya no existía, pero que podía convertirse… en cualquier cosa.
—¡Hellscream! —exclamó alguien que poseía una voz de orco muy áspera.
Garrosh se sobresaltó al escuchar su nombre y pensó que, de algún modo, sus aliados debían de haberlo seguido tanto a él como a Kairoz.
—¿Quién…? —acertó a decir, pero Kairoz, esbozando un sonrisilla más maliciosa que nunca, se limitó a señalar. Un tremendamente confuso Garrosh giró la cabeza.
Estaba llamando a otro Hellscream.
Sobre la cima de una colina, con el viento acariciándole su pelo moreno y el sol reluciendo en su cuerpo musculoso y marrón, un feroz orco tatuado, cuya sangre corría por las venas de Garrosh, respondió a ese saludo con un grito ensordecedor y, acto seguido, alzó a…
… Gorehowl.
1 comentario
/clap, genial, entonces este es el final de Mist of Pandaria y comienzo de Warlords of Draenor