En los años que siguieron a la Guerra de los Tres Martillos, Madoran y su gente reconstruyeron Forjaz. Khardros y los Martillo Salvaje, sin embargo, decidieron abandonar Grim Batol. Antes de morir, Modgud había maldecido la ciudad, dejándola inhabitable. Los Barbabronce se ofrecieron a acoger a los Martillo Salvaje en Forjaz, pero era un gesto meramente protocolario. Madoran sabía que, en el fondo, Khardros era demasiado orgulloso como para aceptar su oferta. Como bien esperaba, el soberano de los Martillo Salvaje partió dispuesto a forjar un nuevo destino para su clan.
Algunos Martillo Salvaje se establecieron en una región conocida como Northeron, pero Khardros llevó a su gente mucho más al norte, hasta los bosques de las Tierras del Interior. El recuerdo de Grim Batol aún atormentaba a los Martillo Salvaje, por lo que evitaron los refugios subterráneos del pasado. Tras alcanzar las Tierras del Interior, Khardros y su pueblo construyeron una majestuosa ciudad, Pico Nidal, en lo alto de las montañas. Los Martillo Salvaje establecieron sus tradicionales lazos con el mundo natural, practicaron el chamanismo y establecieron relaciones con los inteligentes grifos, unas criaturas mitad león, mitad águila que conocían hasta la última grieta de las montañas. Los grifos se convirtieron en un emblema de los Martillo Salvaje, además de una parte indesligable de su cultura.
Madoran y Khardros establecieron relaciones diplomáticas entre ambas maltrechas naciones. Los grandes arcos del Puente Thandol se construyeron como una conexión económica y simbólica entre los territorios enanos. Aunque las rivalidades y diferencias ideológicas no desaparecieron, los dos líderes juraron no levantarse nunca en armas contra el otro.

Madoran y Khardros en el Valle de los Reyes
Tras el fallecimiento de Khardros y de Madoran, sus hijos encargaron la construcción de unas gigantescas estatuas de ambos líderes. Los herreros las erigieron en la entrada de las tierras del sur, más allá de la cual se encontraban los territorios de los Hierro Negro. Las estatuas mantendrían una vigilancia eterna, con sus pétreos ojos siempre fijos sobre los devastados dominios de sus archienemigos.
El renacimiento de Ragnaros arrasó gran parte de las Montañas Crestagrana. Un ardiente volcán conocido como la Montaña Roca Negra coronaba ahora el maltrecho reino de los Hierro Negro. El humeante erial al sur del volcán fue bautizado como las Estepas Ardientes, mientras que el profundo cisma del norte recibió el nombre de la Garganta de Fuego.
El propio Ragnaros se retiró a lo más profundo de la Montaña Roca Negra. Desde su guarida, el Núcleo de Magma, esclavizó a los Hierro Negro supervivientes. Los enanos obedecieron todos los designios de su amo elemental. Excavaron una nueva fortaleza bajo la montaña y la bautizaron como Ciudad Forjatiniebla. Desde el interior de su ardiente hogar, los Hierro Negro continuaron alimentando su odio hacia los Martillo Salvaje y los Barbabronce.
El reinado del Linaje de Yunquemar
La familia Yunquemar perdió el control de Forjaz durante la costosa Guerra de los Tres Martillos. Aunque Madoran Barbabronce asumió el liderazgo de la nación enana, no deseaba enemistarse con sus antiguos gobernantes. Por ello Madoran ofreció al príncipe depuesto de la familia Yunquemar y a sus descendientes un puesto permanente en el senado de Forjaz.
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