975 años Antes del Portal Oscuro
Desde la última guerra contra el Imperio trol, los descendientes de los aqir permanecían ocultos en sus dominios subterráneos. Solo los mántide de Pandaria representaban una amenaza. La mayoría de las razas de Azeroth habían olvidado el despiadado potencial de las colonias insectoides ocultas bajo la tierra.
Una de estas colonias, los qiraji, se había asentado en el antiguo bastión de Ahn’Qiraj. Originalmente, los guardianes construyeron la gigantesca fortaleza para encerrar al dios antiguo C’Thun. Allí, entre los funestos pasillos de arenisca de Ahn’Qiraj, los insectoides dormían en letargo.
Aunque antaño Azshara y el Imperio de los elfos de la noche conocían el emplazamiento de la fortaleza, el tiempo había borrado todo registro de su existencia. Pocas criaturas habitaban en las cercanías de Ahn’Qiraj debido en parte al inhóspito y gigantesco desierto de Silithus, que se extendía desde los elevados obeliscos de la fortaleza.
Los elfos no redescubrieron Ahn’Qiraj hasta que el Archidruida Fandral Corzocelada emprendió la misión de regenerar las tierras de Silithus. Envió a su hijo guerrero, Valstann, y a un grupo de sus druidas más leales a cumplir con el cometido. Se arrastraron por las abrasadoras dunas buscando antiguas reservas de agua que les permitieran transformar la región en un exuberante bosque. Durante su búsqueda, Valstann y sus compañeros encontraron Ahn’Qiraj. Aunque algunos druidas aconsejaron no penetrar en la fortaleza, el hijo de Fandral entró sin demora. Su presencia en los fríos y muertos pasillos despertó sin querer a los qiraji dormidos. Desde su prisión bajo Ahn’Qiraj, C’Thun también sintió el despertar de los qiraji. El dios antiguo indujo una furia asesina a los insectoides. Las castas más altas de la sociedad qiraji organizaron a los esbirros menores, la mayoría de los cuales recibían el nombre de silítidos. Esta raza de voraces insectoides estaba compuesta por individuos de diversas tipologías, pero todos obedecían el mandato de sus señores supremos qiraji.
La presencia de los qiraji sorprendió a Valstann y a sus compañeros druidas. Tras retirarse de Ahn’Qiraj, establecieron un pequeño puesto avanzado en Silithus para vigilar a los insectoides. Ante sus ojos, la fortaleza se fue poblando con cantidades ingentes de qiraji. Para entonces, Valstann ya había solicitado ayuda a su padre. Fandral reunió un ejército de druidas, centinelas, sacerdotisas y guardianes de la arboleda para acabar con la amenaza qiraji. En los límites meridionales de Kalimdor, la hueste de los elfos de la noche se enfrentó a sus temibles enemigos. En ocasiones, empujaban a los qiraji de vuelta a las dunas de Silithus, solo para que los insectoides lanzaran un contraataque y recuperaran el terreno perdido. Estas idas y venidas continuaron durante meses, dejando a su paso una maraña de cadáveres mutilados de insectoides y elfos por igual. La Guerra del Mar de las Dunas había empezado.
Durante la guerra, Fandral y sus compañeros establecieron puestos avanzados por todo el sur de Kalimdor que les servirían para continuar su brutal contienda contra los qiraji. Al final, los incansables druidas y sus aliados empujaron a los qiraji de vuelta al mismo corazón de Silithus.
Pero, aunque la victoria parecía al alcance de la mano, la guerra tomó un funesto derrotero. Durante una estratagema orquestada por los qiraji, Valstann fue capturado y desmembrado ante los ojos de Fandral.
La muerte de Valstann destrozó al Archidruida y sembró la incertidumbre entre las tropas élficas. Los qiraji aprovecharon la oportunidad y se abrieron paso de nuevo desde Silithus hasta los desiertos orientales de Tanaris. En su frenesí, asaltaron el santuario de los vuelos bronce: las Cavernas del Tiempo.
El insensato ataque de los qiraji puso a los vuelos bronce en pie de guerra. Liderados por Anachronos, los vuelos bronce trajeron consigo a los vuelos rojos, verdes y azules. Los poderosos dragones se unieron a los elfos de la noche y juntos repelieron a los ejércitos qiraji hasta los muros de Ahn’Qiraj.
Pero incluso con la intervención de los poderosos dragones, los qiraji eran demasiado numerosos como para aniquilarlos. Fandral temía que la guerra se prolongara de forma indefinida. Miles de elfos habían perecido entre las garras de los insectoides y no deseaba sacrificar a más de sus compañeros. Al final, Fandral y los dragones idearon un plan para acabar con la guerra de forma inmediata: encerrar a los insectoides en la misma Ahn’Qiraj.
Los elfos de la noche y los dragones se reunieron ante las puertas de Ahn’Qiraj. Fandral instigó a sus druidas para que concentraran sus poderes como si fueran uno. Junto a Anachronos, los elfos invocaron una gran barricada que sellaría Ahn’Qiraj. En las inmediaciones de la ciudad maldita, la tierra seca se abrió y de ella emergió una barrera mágica de piedras y raíces gigantescas. Este Muro del Escarabajo se alzó sobre el yermo paisaje, encerrando para siempre a los qiraji en el interior de su ciudad.
Para finalizar, Anachronos forjó dos artefactos místicos: El Gong del Escarabajo y el Cetro del Mar de las Dunas. El dragón entregó el centro a Fandral. Si algún día necesitaba regresar a Ahn’Qiraj, este artefacto abriría el Muro del Escarabajo.
Fandral no encontró consuelo en el fin de la amenaza qiraji, pues la muerte de Valstann todavía atormentaba su alma. En un arrebato de furia, rompió el Cetro del Mar de las Dunas, y sus pedazos se perdieron durante los siguientes mil años.
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