WoW Crónicas I – La Caída de Zin-Azshari y el Hendimiento del Mundo

A pesar de una serie de aplastantes derrotas, la resistencia de los elfos de la noche no perdió la esperanza. Un nuevo y valiente líder, Jarod Cantosombrío, asumió el manto del liderazgo. Al contrario que sus predecesores, Jarod no provenía de un origen noble. Luchador fiero y estratega brillante, Jarod se esforzó al máximo por reforzarla resistencia. Se deshizo de la xenofobia inherente de los elfos de la noche e invitó a muchas otras razas de Azeroth —como los terráneos, los tauren y los poderosos fúrbolgs— a unirse al ejército de los elfos de la noche.

Dath'Remar Caminante del Sol

Dath’Remar Caminante del Sol

La resistencia también encontró aliados entre los enemigos de los Altonato. Un grupo de hechiceros liderados por Dath’Remar Caminante del Sol creían que su alianza con los demonios traería la ruina a Azeroth. Estos Altonato abandonaron a Azshara y juraron lealtad a la resistencia.

Espoleados por Cenarius, incluso los dioses salvajes emergieron finalmente de los bosques, listos para combatir con uñas y dientes por la resistencia. Los bosques retumbaron cuando estos gigantescos seres descendieron por las laderas de Hyjal. Cada Dios Salvaje poseía una fuerza y un poder que los demonios no habían visto jamás. Algunos, como Goldrinn, el Lobo Blanco, superaban en tamaño incluso a los demonios más grandes.

Goldrinn, el Lobo Blanco

Goldrinn, el Lobo Blanco

Los dioses salvajes llegaron acompañados de una hueste de criaturas faéricas como dríades del bosque y quimeras de múltiples cabezas. Incluso los esquivos antárboles, unos míticos seres arbóreos de gran fuerza y sabiduría, emergieron para combatir a los demonios.

Con Cantosombrio a la cabeza, el ejército combinado lanzó un ataque desesperado contra la propia Zin-Azshari. La resistencia entró en la derruida capital y se enfrentó a las aparentemente ilimitadas tropas de la Legión. El coste fue terrible. Miles y miles de demonios murieron, pero también muchos de los bravos defensores de Azeroth. Los sanguinarios demonios de la Legión derrotaron incluso a algunos dioses salvajes. Una tras otra, estas criaturas primordiales sucumbieron a las hojas negras envenenadas y a los viles poderes de los demonios. Con cada muerte, los bosques de Hyjal se retorcían y los vientos aullaban de pena.

Malfurion y Tyrande

Malfurion y Tyrande

Mientras la batalla se recrudecía, Malfurion y Tyrande se dirigieron a las costas del Pozo de la Eternidad con un pequeño contingente de élite. Esperaban hacerse con el Alma de Dragón y evitar así que la Legión empleara sus poderes. Illidan pronto se unió a Malfurion y sus aliados, proclamando su anterior alianza con los Altonato y la Legión como una treta para averiguar sus planes.

Aunque Malfurion desconfiaba de su hermano, una amenaza aún más terrible consumía su atención. Descubrió que el Pozo de la Eternidad se había convertido en un gigantesco portal que serviría de acceso directo para que Sargeras entrara en Azeroth.

Pozo de la Eternidad

Pozo de la Eternidad

Malfurion era consciente de que ningún ejército, por grande que fuera, podría resistirla terrible fuerza de Sargeras. La victoria, determinó, solo sería posible mediante la destrucción del Pozo de la Eternidad. Aunque se trataba de un acto impensable, el Pozo de la Eternidad era el conducto que conectaba la Legión con el mundo físico. Malfurion sabía que la destrucción de la fuente de poder supondría el fin de la civilización de los elfos de la noche tal y como la conocían, pero era la única oportunidad de salvar el mundo.

Zin-Azshari

Zin-Azshari

Tras hacerse con el Alma de Dragón, Malfurion y sus compañeros se infiltraron en el palacio de Azshara, donde descubrieron a muchos Altonato realizando un hechizo para reforzar el portal del Pozo de la Eternidad. En un desesperado intento de desbaratar su magia, Malfurion aprovechó las poderosas energías del Alma de Dragón y las enfocó hacia sus enemigos. El gran druida convocó una gigantesca tormenta eléctrica que devoró los cielos sobre el palacio quebrado. La tempestad azotó Zin-Azshari con feroces vientos y descargas de relámpagos, diezmando a los Altonato y a los demonios de la ciudad.

Tal y como Malfurion esperaba, sus intentos para frustrar los planes de los Altonato y destruir el portal funcionaron. Cuando Sargeras se preparaba para emerger por el portal, el hechizo de los Altonato se desvaneció y el inestable vórtice de energía arcana ardió en el interior del Pozo de la Eternidad. La fuente se retorció y, en aquel instante, Sargeras volvió de repente a El Vacío Abisal. Energías volátiles emergieron del Pozo de la Eternidad, enviando ala mayor parte de la Legión devuelta al Vacío. Mientras sus rugidos de furia retumbaban por el Vacío, unos gigantescos terremotos empezaron a quebrarla superficie de Azeroth.

Malfurion y la resistencia de los elfos de la noche habían vencido, pero no tenían tiempo de saborear la victoria, ahora que el mundo se venía abajo bajo sus pies.

Gran Cataclismo

Gran Cataclismo

De forma masiva, los elfos de la noche se alejaron a toda prisa del Pozo de la Eternidad mientras este se derruía. Al colapsarse, la fuente provocó una explosión de proporciones cataclísmicas que oscureció los cielos. El aullante océano se alzó para llenar el vacío dejado por la explosión, devorando las ruinas de Zin-Azshari en el proceso.

Cuando los apocalípticos terremotos cesaron al fin, los elfos de la noche supervivientes comprobaron que su mundo se había desmoronado. La destrucción del Pozo de la Eternidad obliteró casi el ochenta por ciento de la tierra de Kalimdor, dejando tras de sí un puñado de continentes separados y pequeños archipiélagos. Un tumultuoso torrente de energía —conocido como la Vorágine— había devorado el mismo Pozo de la Eternidad. Incluso tiempo después, el vórtice permanecería, girando siempre, como recordatorio del terrible coste de la guerra.

Para los elfos de la noche y para todas las criaturas vivas de Azeroth, el mundo había cambiado para siempre.

El destino de Azshara y sus Altonatos

La reina Azshara y muchos de sus léales Altonato sobrevivieron al Hendimiento, pero no sin consecuencias. Al implosionar, el Pozo de la Eternidad los arrastró a las insondables profundidades de la Vorágine. Algunos quedaron malditos y distorsionados irremediablemente hasta convertirse en una nueva y despreciable raza ofidia conocida como los naga. La más poderosa de estas retorcidas abominaciones era la antigua asistente de la reina, Lady Vashj. Ocultas a ojos del mundo, Azshara y ella construyeron en secreto la capital naga de Nazjatar en la fría oscuridad del lecho marino.

Regresar al índice de World of Warcraft: Crónicas Volumen I

Share

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.